Los cerramientos de fachada son muy diversos y existen diferentes soluciones constructivas para ejecutarlos, pero en todos ellos una de las funciones necesarias que deben cumplir es evitar el paso incontrolado de aire y evitar las posibles infiltraciones de agua en caso de lluvias torrenciales acompañadas de viento, tanto en edificios pasivos como en el resto. Además, en invierno, una fuga de aire húmedo procedente del interior del edificio que atraviese el aislamiento puede provocar condensaciones que malogren el material y produzcan la aparición de mohos y microorganismos derivando en problemas estructurales y de salubridad.
Estanqueidad al aire no debe confundirse con aislamiento térmico. Ambas propiedades son importantes para la envolvente del edificio, pero por lo general deben ser alcanzadas de forma independiente. Pongamos un caso práctico: un jersey de lana consigue mantener el calor del cuerpo a la temperatura de confort siempre y cuando no nos encontremos expuestos al viento, ya que esta propiedad se pierde casi por completo; en este caso deberíamos cubrirnos, además, con un cortavientos.
Es habitual escuchar que las juntas mal selladas en una construcción ayudan a mejorar la ventilación de un edificio, pero esta afirmación es errónea por varias razones: en primer lugar, el caudal de ventilación puede no ser suficiente. El volumen de aire que atraviesa las rendijas depende de la presión del viento de la envolvente y la diferencia de temperaturas interior y exterior. El viento no es constante, así que la intensidad del viento será aleatoria y no dependerá en absoluto de la ocupación del edificio. Por otra parte, cuando se incrementa la diferencia de temperatura interior-exterior significa que aumenta el caudal de aire y, por consiguiente, las pérdidas térmicas cuando baja la temperatura exterior.