Este estándar no supone el uso de un tipo de producto, material o estilo arquitectónico específicos. Siempre y cuando se atiendan los principios de buena orientación y racionalidad en sus planteamientos, admite cualquier tipo de arquitectura mediante la optimización de los recursos existentes a través de técnicas pasivas.
Como por ejemplo un buen factor de forma, que reduzca la superficie en contacto con el exterior para disminuir las necesidades de climatización, una orientación correcta de las ventanas para aprovechar el calor del sol cuando están cerradas y la ventilación natural al abrirlas, o poner protecciones solares que impidan un sobrecalentamiento en verano, etc.
Inicialmente el estándar se aplicó a viviendas unifamiliares, pero cada vez son más las tipologías a las que se adapta el estándar pasivo: escuelas, guarderías, polideportivos, centros cívicos, iglesias, estaciones de bomberos, edificios de oficinas, piscinas... y, por supuesto, bloques de vivienda colectiva donde la relación superficie/volumen es más favorable.